“Mi mamá es una santa”. Ésta es una frase sencilla y breve, pero que refleja una mentalidad compartida por toda una nación; unas palabras que nos hacen saber que ella siempre estará ahí, soportándolo todo: lágrimas, dolor y cansancio. El problema es que este cansancio puede incluso alcanzar el nivel de una enfermedad que afecta a millones de mujeres por el simple hecho de ser madres.

En México hemos construido una cultura del sufrimiento entorno a la maternidad. De hecho, hemos desarrollado un sistema de glorificación ante el desgaste de las madres mexicanas, para perpetuarlo. Hemos armado un discurso donde las mujeres desde su más tierna infancia son altamente valoradas por sus instintos maternos: nada más hermoso (aparentemente) que una niña jugando a ser mamá. Seguramente el pasado 30 de abril, en medio de los festejos del día del niño, a muchas niñas les regalaron un bebé de plástico, mientras que su compañeros de clase recibieron de regalo un balón de futbol.

Las niñas mexicanas crecen sabiendo que su boda será el día más feliz de su vida y que su misión posterior será la de formar una familia y tener muchos hijos felices, cueste lo que cueste. Todos les hemos enseñado a estas futuras “madres abnegadas” que el sentido de su vida se encuentra en sus hijos y que ellas serán evaluadas a final de cuentas por cuánto hayan sufrido en el proceso (de preferencia en silencio). Les hemos dicho que dejar la vida por los demás no solo es bueno, sino que es exactamente lo que se espera de ellas.

En México las mujeres se convierten en madres desde los 12 años de edad. De hecho, en las últimas encuestas del INEGI se estableció que el 67% de las mujeres que habitan en nuestro país ya han tenido al menos un hijo (aunque la mayoría tienen dos). Cerca del 90% de ellas trabajan “para sacar adelante a la familia” y hacen por tanto un triple papel: 1) criar a los niños, 2) mantener la limpieza del hogar y 3) aportar económicamente a los gastos familiares. Cada uno de estos tres puntos por separado sería suficiente para agotar a cualquiera.

Solamente el cuidado de los niños puede conllevar más horas de las que cualquiera quisiera trabajar y si, por algún motivo, alguno de sus hijos requiere un cuidado especial, la maternidad se puede volver más que extenuante. Las madres se cansan de “amar”, se cansan de cuidar a los demás todos los días del año. Se cansan de cargar, de limpiar, de escuchar los gritos de sus pequeños y se cansan de escuchar el silencio de su parejas ausentes. Las mujeres se cansan de recibir juicios disfrazados de “consejos” aparentemente bienintencionados, que no rara vez surgen de las personas más cercanas a ellas.

Muchas mujeres sufren de una enfermedad que proviene del agotamiento extremo de esta actividad laboral llamada maternidad. El término técnico de esta disfunción  (que proveniente del idioma ingles) se conoce como síndrome de bournout, ese termino nos puede hacer pensar, por ejemplo, en un motor que aceleró tanto y durante tanto tiempo que al final se quemó. El corazón de mamá también se puede quemar.

El síndrome de burnout es más común de lo que creemos. Se da cuando la persona ha estado sometida a un periodo de estrés intenso y prolongado, tanto desde el punto de vista físico como emocional. Esto genera una respuesta en el organismo que incrementa gradualmente la fatiga crónica y las disfunciones en las actividades cotidianas. Los síntomas pueden ser tan simples como dolor de cabeza, dolor muscular, alteraciones digestivas e insomnio. Pero especialmente son llamativos los síntomas emocionales que duran semanas o incluso meses. Estos síntomas emocionales habitualmente incluyen ganas de llorar frecuentemente, tristeza profunda e irritabilidad, que se convierte en gritos hacia sus hijos o distanciamiento de ellos, generando así, en quien sufre de esta condición, pensamientos constantes de culpa y la idea de que son incapaces de ser “una buena madre”.

Cuando por fin, en un consultorio, su terapeuta escucha que están cansadas de ser madres, inmediatamente resonará la culpa de haber pronunciado estas palabras, como si fuera inaceptable que una mujer se cansara.

Nadie en este país se atreverá a decir que la madre mexicana no lo da todo por sus hijos, incluso su vida misma. Pero muy pocos se atreverán a decir que eso debe cambiar. Debe dejar de aplaudirse el que las mujeres sufran. Necesitamos todos que se frene la falta de cuidado y de autocuidado de las mujeres mexicanas. Nuestra sociedad debe cambiar. Incluso ellas mismas deben transformar su escala de valores y ponerse a ellas mismas como prioridad.

Ojalá muy pronto el día de las madres no sea solamente un día para recibir de los demás un regalo por todo lo que han hecho por nosotros, ojalá que se convierta en un día más de activismo femenino, que les recuerde que se deben de cuidar, entendiendo siempre que más allá de su rol biológico en la reproducción, son personas que merecen realizarse: aprender, disfrutar, viajar, amar y ser amadas. Todas deben ser apoyadas por su sociedad, por sus parejas e incluso por sus hijos.

Para prevenir el síndrome de burnout en las madres mexicanas, bastaría con incorporar en ellas la posibilidad de realizarse. Que todas las mujeres en México, antes de ser madres, después de serlo o incluso si nunca lo son, puedan desarrollar sus deseos personales: académicos, económicos, familiares, sexuales, artísticos, deportivos y científicos.

Existe un viejo aforismo africano que dice “para cuidar a un niño se requiere de toda la aldea”. Pero hemos confundido la maternidad con la procreación. Una cosa es parir un hijo y otra cosa es criarlo. Solamente las mujeres pueden dar a luz a un nuevo ser humano, pero todos podemos enseñarle, acompañarlo y protegerlo. La maternidad es responsabilidad de todos los miembros de la familia y la sociedad. Mientras no repartamos las responsabilidades maternales entre toda esta aldea llamada México, las mujeres no podrán romper los circuitos de violencia social en los que están sumergidas. Si nada cambia y seguimos así, mamá será siempre una santa, pero nunca será feliz.

Dr. Rafael López

Médico Psiquiatra

www.rafalopez.net 

 

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