Me llamo Lou, soy francés, soy ingeniero, y mi trabajo me llevó a vivir en México y a conocer este hermoso país. Pero sobre todo soy una persona que disfruta la paz que trae el contacto con la naturaleza, y qué mejor lugar que las montañas y los volcanes como los que se pueden encontrar en México para sentir este poder de la Tierra. Es entonces en los caminos forjados en los volcanes mexicanos por las pisadas de millones de montañistas de todas orígenes que conocí a unas personas que me llevaron a sensibilizarme a una causa que es la causa de la epilepsia a través de la Asociación Mexicana de Epilepsia en Niños y Adultos. ¿Por qué me afectó directamente esta causa? Porque aunque bastante desconocida, esta enfermedad cerebral es más común de lo que se piensa y afecta la vida de mucha gente, ya sea a la misma persona que la padece o sus familiares que carecen de acompañamiento, justamente por enfrentar una enfermedad desconocida. Por eso es importante que hablemos de ella.
Además, la Montaña, a través de sus paisajes grandiosos y la fuerza que expresa allí la Tierra con sus formas, le trae a uno mucha paz interior. Y hablando de epilepsia, este término adquiere todo su sentido. Es la razón por la cual se asoció lógicamente el montañismo a la causa, que sea llevando a personas con epilepsia a la montaña o compartiendo nuestras metas con ellas.
Ahora vivo en Francia, pero mi motivación para seguir apoyando a la causa es la misma desde las montañas europeas. Durante esta primavera del 2017, fui a caminar en los Alpes, más específicamente en el Parque Natural Regional del Vercors. Mi plan era de empezar desde un pueblo que se ubica abajo de la montaña, a una altura de unos 600 metros sobre el nivel del mar (msnm) para llegar a los altiplanos del Vercors (a unos 1600 msnm), y pasar la noche en un refugio de montaña, disfrutar la vista impresionante sobre el valle al sur y unas cumbres famosas del parque, todavía cubiertas por la nieve, al norte. Como la fecha de esta excursión coincidía con la Caminata AMENA #CorreEnPúrpura2017, decidí incluir en mi camino una cumbre, que iba a subir por solidaridad con las personas que sufren de epilepsia.
Empecé a subir al principio de la tarde, por entonces el calor bajo la luz del Sol ya se sentía fuerte en el valle, lo que probablemente me dio todavía más motivación para subir más rápido hasta las cumbres que se veían desde el pueblo donde empecé a caminar.
1 – But de l’Aiglette (1524 msnm), desde el valle
Rápidamente el camino se inclinó, dentro de un ambiente cálido bajo una apreciable sombra ofrecida por los pinos, cuyas raíces cruzaban el sendero seco hecho de piedras sobre cuales varias lagartijas tomaban el calor que les regalaba esta primavera tan esperada. Luego, llegando a cierta altura, este paisaje de pinos cambió brutalmente y en unos metros la vegetación se volvió más dispersa y el aire más fresco, aunque el cielo seguía de este mismo color azul. Se terminaba el reino de las lagartijas, y entraba en el territorio de otros animales tan nobles como ellas. Haciendo unas breves pausas para alimentarme e hidratarme durante esta subida, llegué después de unas horas a la vereda que me llevaba a los altiplanos.
Apenas había llegado a la marca que simbolizaba el camino y ya me estaba soplando en la cara y el cuerpo un viento muy fuerte, que del otro lado, protegido por la misma montaña, uno no sospechaba, de igual forma que las nubes que circulaban con alta velocidad a estas alturas, formando una neblina temporal e imprevisible. De allí me quedaba un último esfuerzo que dar, con el objetivo de dedicarlo a la causa defendida por AMENA. Tenía simplemente que seguir por la cresta donde ya estaba, dirigiéndome al oeste, para llegar a unos 400 metros y una hora de camino más arriba a un pico llamado “But Saint Genix”.
A pesar de sentirme cansado por estas horas de caminata que llevaba, me sentía fuerte porque subir a este pico tenía mucho sentido para mí. Llegué allí a las 6:30 PM y además de la satisfacción de haber llegado a la cumbre, pude disfrutar la vista hermosa que tenía desde este punto. Como ya era bastante tarde, aunque todavía me quedaban aproximadamente 3 horas de luz del día, no tardé en bajar hacia el refugio. Antes de esto, sin embargo, tomé una foto para compartir esta meta y dedicarla al apoyo a AMENA.
2 – But Saint Genix (1643 msnm) #CorreEnPúrpura
Cuando ya oscurecía y poco a poco el día dejaba su lugar a la noche, entendí (descansando y preparando mi comida afuera del refugio cerca de la fogata que había encendido), que los que iban a cuidar esta parte de la montaña a partir de este momento eran los venados, a quienes veía tranquilamente poblar los alrededores lejanos del refugio a través de mis binoculares. Al día siguiente me levanté temprano para poder admirar el amanecer desde otro pico que se encontraba en mi camino de regreso, y de hecho fue otra oportunidad para ver a los venados en la madrugada comiendo el pasto todavía húmedo por el rocío que se había depositado durante la noche. De allí bajé en unas horas hasta el mismo punto donde había empezado, pasando por los mismos ambientes que encontraba mientras subía, y despidiéndome de esta montaña que me había regalado tantos lindos momentos.
Los que conocen un poco la montaña podrán ver que en realidad el desafío deportivo no era tan grande, porque esta caminata no se compara con subir el Mont Blanc o el Aconcagua, pero el mensaje que trato de pasar por este relato es que no importa el valor absoluto del reto, lo que importa es lo que representa para ti el objetivo que quieres lograr, y eso es lo que le dará toda su grandeza a tu reto.
Lou, ingeniero montañista filósofo. 🙂