Aunque se procura que cada clase sea distinta y nunca igual a las anteriores, de manera generalizada cuando asistimos a una clase de Yoga-Integral lo que hacemos durante los primeros minutos es empezar a quitarnos el estrés, relajándonos con la meditación, sin preocuparnos de qué vamos a hacer, simplemente dejamos que nuestro instructor asuma la responsabilidad de guiar al grupo durante la sesión.
Luego siguen suaves ejercicios de calentamiento mediante los cuales atendemos todas y cada una de las zonas de nuestro cuerpo, y es entonces cuando vamos notando cómo las preocupaciones mentales se van disolviendo junto con las tensiones musculares.
Después ya que estamos bien conectados con nosotros mismos y el actual estado de nuestro cuerpo y mente, sigue la exploración de esas peculiares posturas que nos ayudan a limpiar internamente nuestro organismo, así como para fortalecerlo y flexibilizarlo.
En este momento simplemente debemos estar bien alertas para seguir paso a paso las indicaciones que minuciosamente nuestro profesor certificado nos irá proporcionando. Él nos instruirá también sobre esos ejercicios respiratorios que calman la ansiedad y nos purifican, que nos llenan de oxígeno y energía para hacer posible la ejecución de las posturas más complejas que vienen planeadas para la cima de la clase.
Un oasis de paz nos depara la parte final de la sesión, ya que está destinada para la relajación total, y se potencia escuchando los mantras o música inspiradora para un descanso bien efectivo.
El resultado al final de la clase siempre será un precioso momento de bienestar extraordinario.
A través de los días, meses y años de llevar una práctica regular y bien disciplinada (aunada a una correcta alimentación y un buen descanso) empezaremos a cosechar los más anhelados frutos, es entonces cuando empezaremos a notar esos cambios radicales y positivos en nuestra manera de vivir.
Autor: Florentino Ochoa