Las actividades olímpicas se celebraron hace poco en Japón. Y quisiera poner el foco en los juego que le siguen a ellos desde 1960: los Paralímpico. Una oportunidad para destacar a los atletas que por una u otra razón, tienen algún impedimento para ser “normales”. Enmarcados en el contexto de una pandemia, que logró posponer el calendario olímpico un año, lograron lucirse y evocar muchas emociones a los participantes y espectadores por igual.
¿Quién no se habrá enterado del desempeño del equipo nacional mexicano paralímpico?
Un grupo selecto de mentes forjadas en el fuego de la adversidad, que comprueban sin lugar a dudas, el poder de la mente sobre el cuerpo.
En resumen, rompieron récord en el medallero: 22 preseas para la delegación mexicana.
Lo interesante, es el análisis de este éxito. ¿Qué condiciones existen en México que favorecen este desempeño del equipo paralímpico? ¿Están mejor financiados? ¿Mejores patrocinios? ¿Más reflectores en su entrenamiento? ¿Más apoyo de la comunidad a esta minoría? Preguntas para reflexionar…
Bofetadas de guante blanco, son los que dan al mundo los equipos paralímpicos, que sin transmisión televisiva ni nada, logran hazañas impensables. Personas que se atreven a empujar los límites físicos del cuerpo humano. Hasta me atrevería a decir que son tan exitosos porque lo que cualquier otro puede ver como obstáculo, es el día a día de las personas con capacidades diferentes.
Respeto, admiración y cariño para esos ídolos del deporte que cada 4 años obtienen resultados por encima de las expectativas y nos dan lecciones a los que seguimos de cerca sus trayectorias por empatía a sus discapacidades.
Mi hija es campeona en nado libre empujado por papá. Desde muy pequeña, nos dimos cuenta que el agua es su elemento, aunque por signo zodiacal, le correspondería ser de tierra, ya estamos acostumbrados a que ella manipula las reglas universales a su antojo.
No hay lugar más feliz para ella, que dentro del agua, donde ha podido desarrollar fuerza y disciplina combinadas con diversión y convivencia familiar.
La pandemia también pospuso su entrenamiento físico, ya que se cancelaron las actividades en su “escuelita”, pero hace 3 semanas, reanudamos la actividad que tanta alegría y fuerza le han dado. Aumenta su condición física y esos ratos que antes eran de siesta, ahora son de juego y plática, con aumento de apetito y un sistema inmunológico envidiable.
¿Qué tan fácil es programar actividades físicas en el contexto de la discapacidad? La gente suele menospreciarlo y aprovecho para contar una anécdota: fuimos a la alberca de un club privado al que nos invitó una familiar. Elegimos un carril, ya que por pandemia, está limitado el uso y al estar nadando con ella, una persona decidió meterse a nuestro carril a nadar, al punto de tener que salirnos para evitar un accidente con mi hija. Sin pedirnos una disculpa o siquiera permiso siguió con su rutina. Ni siquiera el ver todo el teatro que supone sacar a la niña de la alberca, secarla, cambiarla y subirla en su silla de ruedas pareció incomodarle. Los espacios para gente con discapacidad en los parques, suelen tener un mal uso y en ocasiones falta de mantenimiento, cuando llegan a existir. Existen muy pocas playas con caminos para sillas de ruedas. Vaya, el simple hecho de caminar por las calles, es una aventura por los desniveles, vialidades, automóviles invadiendo banquetas, sin mencionar la carencia de rampas.
Entonces sí, es complicado mantener una rutina ordinaria de actividad física fuera de casa. Y cité algunos ejemplos triviales de las dificultades, que me sirven para validar el esfuerzo extra que supone ser un atleta paralímpico y que por lo mismo, creo que al estar acostumbrados a que eso es lo normal, suelen tener esos resultados. Lo profundo de esto, es que hay que vencerse a uno mismo y el enemigo más difícil de derrotar, es la propia mente, que nos traiciona y nos debilita. Al hacerla una aliada, obtenemos un poder extraordinario.
El sendero que algunas personas tienen que caminar, está lleno de tesoros, que supone más trampas y mayor esfuerzo para recorrerlo. Sin duda, es toda una aventura estar en estos terrenos inhóspitos, que inspiran a ayudar al prójimo a recorrer su propio sendero. Nadie puede caminar por otra persona en la vida, pero sí podemos alivianar esos senderos.
Autor: Juan Pedro Martínez
